Aprovechando el inicio de año, momento en el que muchos de nosotros nos hacemos buenos propósitos, voy a hablar sobre aquello que quiero y aquello que me sienta bien. Es decir, aquello que me apetece, lo que me llama, lo que deseo versus aquello que va a ser sano para mí, lo que me sentará bien.
Creo que es una dualidad que todos hemos sentido en más de una ocasión: ¿por qué me decido, por lo que “me pide el cuerpo” o por aquello que sé que será mejor para mí? Por poner un ejemplo sencillo: me apetece comerme un pastel, pero se que me sentará mejor una pieza de fruta. ¿A qué parte mía voy a satisfacer y a cuál voy a frustrar?
En este tipo de situaciones también entra en juego el factor de la visión a corto, medio o largo plazo. Si pienso a corto plazo, es más fácil que me decante por lo que me apetece, sin embargo, si mi visión va más allá y tengo en cuenta cómo me sentiré en un futuro, la opción de lo que me sienta bien gana puntos de ser la elegida.
Quiero mencionar también que, cuando hablo de aquello que me sienta bien, doy por hecho de que es algo que yo sé, que tengo comprobado y que es un hecho fruto de mi experiencia y no un “debería” impuesto desde fuera. Es decir, que forma parte de mi conocimiento y de mi escala de valores y no se trata de un juicio externo con el que no estoy de acuerdo, pero que me he tragado (lo que en gestalt llamamos introyecto). Aquello que me sienta bien no tiene que ver con las normas sociales ni con la moral, sino con mi experiencia y autoconocimiento.
Este tipo de dualidad me recuerda, en parte, al concepto gestáltico de perro de arriba y perro de abajo, aunque con matices ya que, entre otras diferencias, en el caso que yo expongo, aquello que me sienta bien, como he mencionado antes, no tiene que ver necesariamente con la moral y menos aún con los introyectos. El perro de arriba hace referencia al policía, a la moral, a los “deberías”, es el mandón. Y el perro de abajo, el mandado, lucha por satisfacer nuestros instintos, deseos y necesidades.
En esa división hay un funcionamiento entre ambas partes que se mantiene y es que, cuanto más fuerte y exigente es el perro de arriba, más se rebela el perro de abajo. De modo que obligarnos a hacer algo por la vía de la imposición rara vez funciona, ya que el perro de abajo suele sabotear la decisión, tal vez no de forma abierta, pero sí a través de olvidos o procrastinación.
Es importante que podamos darles voz, escuchar a ambas partes, sin tratar de acallar a ninguna y sentir la lucha interna en su plenitud para saber dónde estamos, qué nos pasa y poder decidir finalmente qué queremos hacer en esta ocasión. Nos sienta bien ver y escuchar a estas dos partes nuestras y establecer un diálogo entre ellas de forma que puedan llegar a un acuerdo y pasen a colaborar en lugar de estar compitiendo.
Esta lucha, así como la indecisión y la ansiedad que comporta se alivian cuando nos aceptamos de forma completa, cuando aceptamos a estas dos partes en lugar de idealizar a una y someter o demonizar a la otra. Para que pueda darse un cambio, primero tenemos que poder tomar la realidad entera, tal y como es. Acogiendo a ambas partes y dándoles espacio para, posteriormente, llegar a un acuerdo y alinearlas lo suficiente como para que puedan enfocarse hacia un objetivo común.
Esto, evidentemente, no es siempre fácil y muchas veces nos tocará sostener la lucha interna hasta que podamos dialogar y pactar. En este caso, no decidir es también una decisión, la decisión de dar más espacio al diálogo con la finalidad de llegar a un acuerdo, aunque no sea de forma inmediata ya que se trata de un proceso. Tomar el camino de en medio, aquel que podemos tomar en este momento sin pasar por encima de nuestras necesidades ni ser totalmente indulgentes con nosotros mismo en relación a lo que deseamos. Y, sobre todo, como mencionaba antes, tomar el camino que podemos tomar, más allá de lo que nos gustaría, hacer aquello que podemos hacer en este momento, más allá de ideales. Estar con lo que es, más allá de lo que nos gustaría que fuese.
Y, para finalizar, quiero recordar también lo fantástico que es cuando lo que quiero y lo que me sienta bien está alineado. ¡Cuando mi cuerpo me pide aquello que va a ser bueno para mí y todo fluye!
Os dejo con una brevísima y directa frase de Fritz Perls (médico neuropsiquiatra, psicoanalista y creador, junto a su mujer Laura Perls, de la Terapia Gestalt): “Sé como tú eres.”
¡¡Feliz año 2020!!
Miriam Sans