Diciembre

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Aprovechando el último mes de éste 2019, me apetece empezar el post compartiendo con vosotros un breve cuento de autor desconocido que invita a reflexionar. Las líneas de este mes las dedicaré a unas breves reflexiones surgidas del cuento que a continuación os transcribo:

EL HALCÓN QUE NO VOLABA

            Cuenta una leyenda oriental que hubo un rey al que le regalaron dos crías de halcón. Tras entregárselas al maestro domador para que los entrenara, pasó un tiempo. El domador le dijo al rey que uno de los halcones estaba perfectamente entrenado, pero que el otro no volaba y él no sabía lo que le sucedía, puesto que no se había movido de la rama desde el día de su llegada a palacio.

            La cosa era tan grave que tenían que llevarle el alimento hasta allí.

            El rey mandó llamar curanderos y sanadores de todo tipo, pero nadie pudo hacer volar al ave. Encargó entonces la misión a miembros de la corte, pero nada sucedió. Por la ventana de sus habitaciones, el monarca podía ver que el pájaro continuaba inmóvil.

            Publicó un edicto para buscar a alguien que pudiese solucionar el problema, hasta que un día alguien hizo volar al halcón.

–  Tráiganme al autor de este milagro – dijo.

En seguida le presentaron a un campesino.

– ¿Tú hiciste volar al halcón? ¿Cómo lo hiciste? ¿Eres mago, acaso?

El hombre, que era un humilde paisano, le contestó:

–  Fue muy, fácil, majestad; sólo le corté la rama en la que se apoyaba. El pájaro se dio cuenta que tenía alas y entonces comenzó a volar.

La invitación de hoy es hacernos unas pocas preguntas que deseo os lleven a vuestras propias respuestas. ¿Cuantas veces no somos este halcón que permanece apoyado en la rama sin arrancar su vuelo? Quisiera aprovechar este mes de cierre, de balance, para invitaros a miraros, a revisar vuestros últimos vuelos o, por el contrario, los miedos que os han hecho permanecer en la rama sin iniciar el vuelo esperando a que el día mejore o, quizás, a recuperar las fuerzas de anteriores vuelos.

En ocasiones no sabemos que tenemos alas, como el halcón, y desconocemos nuestra propia identidad, nuestras propias posibilidades y ni tan siquiera conocemos nuestros límites reales. A veces, la vida nos quita nuestros apoyos y sufrimos, a veces nos olvidamos de volar y nuestros apoyos se convierten en nuestros límites, cuando éstos desaparecen se nos abre la posibilidad de aprender de la experiencia y volver a revisar nuestras posibilidades sintiendo como aquello que en un principio era un apoyo se había convertido en una limitación que nos imposibilitaba emprender nuevos retos, disfrutar de paisajes nuevos, avanzar hacia nuevos y desconocidos parajes dejando la seguridad de lo conocido.

Cuando revisamos quienes somos, algunas personas en un primer momento identificamos más fácilmente aquello que nos gusta de nosotros mismos, aquello que es socialmente etiquetado como “bueno”, “bello”. Aunque también he de decir, que puede suceder justo a la inversa, que en un primer momento sólo seamos capaces de ver en nosotros justo lo contrario, aquello que no nos gusta de nosotros mismos, que no cumple los patrones de lo socialmente “bueno” o “bello”. La parte más difícil viene cuando buscamos en nosotros aquello que nos cuesta reconocer, sentir, ver… aquellas actitudes o acciones que consideramos inadecuadas, desagradables… o, por el contrario, demasiado “buenas” para ser reconocidas como propias.

A veces nos cuesta revisarnos en aquello que no hemos conseguido alcanzar o que nos ha hecho sufrir; nos resulta difícil aprender del dolor y aprender de nuestras derrotas, aunque éstas nos muestran nuevas oportunidades de acción y adaptación.

Cuando descubrimos las alas que todos podemos desplegar, si el dolor de la caída pasa y conseguimos encontrar nuestros propios recursos, podremos levantarnos, seguir creciendo y experimentar la magia del vivir sintiendo las emociones en nuestro interior sin anclarnos en ningún momento, cambiando de rama, de estadio, de paraje, de ciclo.

Otra propuesta que nos hace este corto cuento es la de no esperar a que nos corten la rama. Vuela, reconócete y busca en ti la fuerza que crean tus sueños, tus retos para emprender tu propio camino. Te invito a que busques en este 2019 una lección de vida, un aprendizaje que sientas que hayas realizado fruto de lo vivido y mires hacia este 2020 que estamos a punto de empezar y desde el aquí y ahora con todo lo vivido e incorporado en ti pienses en un reto, un sueño, un vuelo pequeño o grande, uno que sientas que eres capaz de realizar y seas tú el que, como el campesino, corta la rama para así poder volar, sé tú el halcón y empieza a volar.

Acabaré con una cita de un poeta chino y maestro zen.

Las flores en primavera, la luna en otoño,

la brisa fresca en verano, la nieve en invierno.

Libera a tu alma de todo pensamiento vano.

Cada estación será para ti un encanto.

Mumon (1183-1260)

 

¡¡¡Felices fiestas navideñas a todos y Feliz y próspero 2020, felices vuelos!!!

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