El desconfinamiento

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Esta vez, compartiré con vosotros unos pensamientos, sentimientos y reflexiones propias fruto de los días que estamos viviendo. En el artículo anterior Miriam habló sobre el confinamiento, oportunidades y pérdidas, que aquellos días nos supusieron como personas y como sociedad.

Hoy os escribo para compartir lo que ha supuesto y nos está suponiendo esta vuelta a la “nueva normalidad”, al reencuentro de los nuestros, de familia y amigos a los que durante unos meses sólo hemos escuchado a través del teléfono o de las pantallas en los momentos de videoconferencias gracias a la tecnología.

Hay muchos aspectos que ahora se abren y nos encontramos gestionando como personas y, también, como familia: el contacto después de tantos días confinados con el exterior. Ver y sentir otra vez la magia de los abrazos entre abuelos y nietos y ser conscientes que este acto que desde el nacimiento ha estado casi automático ahora se convierte en un primer momento cómo algo mágico y lo más valioso del mundo y, a la vez, extraño por romper la distancia impuesta todavía de los dos metros. Siento alegría e inquietud en cada reencuentro que vivo estos días; reencontrar mis padres que ya son mayores después de 4 meses y medio de separación, no puedo evitar pensar que he hecho todo aquello que necesitaba hacer antes de verlos, cuidar mi círculo de contactos, mantener las medidas de higiene y distanciamiento y el uso de mascarilla en todas mis salidas laborales y personales antes de reencontrarnos.

La necesidad vital de cuidar la vida de los míos es un sentimiento que vino con el covid-19 y que continúa latente en mi actuar, como también lo es desde entonces, estar en contacto permanente con la posibilidad de pérdida de aquellos que quiero desde el vínculo de la sangre ( padres y hermana pertenecientes al estrato de personas vulnerables por patologías previas y actuales) y, a pesar de que los niños sean el colectivo menos vulnerable me encuentro a menudo mirando mi único hijo y luchando internamente con pensamientos tramposos que me duelen y a los cuales decido conscientemente dejar pasar y escuchar su fondo: mi miedo a la pérdida y la necesidad de control. Siento que aquí es donde podemos coger el tesoro de este momento, la vida, el latido presente y entender que algunos caracteres sufrimos más cuando perdemos control, sentir que no tengo el control me agobia, es para mí una sensación desagradable hasta que me rindo a la evidencia, a la vida, y entonces la angustia desaparece y siento que con cada respiración me ensancho, la respiración que antes era corta y rápida va cambiando y mis pulmones se llenan, y poco a poco la respiración se vuelve más profunda, lenta y toda yo me aquieto y vuelvo al instante presente: a los niños de casa, a la persona que quiero y es mi compañero de viaje en esta travesía, y a mis orígenes que a pesar de la distancia coloco otra vez al latido tranquilo del corazón y al deseo de continuar con ellos hasta que la vida lo decida, aprendiendo todavía de nuestra relación y del amor que siento como hija y hermana.

Estos días de retorno al contacto con el otro me han recordado más que nunca mis sombras, y agradezco que sea capaz de reencontrar mis luces. Agradezco poderme reencontrar con unas y otras equilibrando así la balanza, sintiendo la angustia del polo donde los miedos me vencen, y el camino a recorrer internamente para llegar al punto medio y no huir rápidamente al otro extremo, donde siento el amor por haber sido afortunada por lo que sí que tengo hoy. Poder aprender de mí, de aquello que necesito para poco a poco volver al mundo, al contacto, a los otros sin tener que hacerlo con miedo y por auto imposición.

La vida implica la muerte, y haber muerto es haber vivido previamente. Estos días donde el incierto y el desconcierto del covid-19 nos ha pasado por encima, con pérdidas de seres queridos modificando su despedida en el momento del duelo, las alteraciones de rutinas, hábitos y modos relacionales, quiero volver a disfrutar de los reencuentros y cuidar de la manera que sienta que necesito a mí y a los míos en mi incorporación a esta “nueva normalidad”.

Siento que mi aprendizaje es la capacidad de sostener la incertidumbre y disfrutar del presente y de las relaciones humanas.

Finalmente, acabaré con una cita que para mí tiene mucho que ver con aquello que de estos días estoy aprendiendo. Deseo que cada cual haga y encuentre su camino de vuelta a él y a los otros en esta “nueva normalidad”, y que en este retorno todos hayamos aprendido y continuemos aprendiendo y creciendo. ¡Feliz desconfinamiento y buen verano 2020!

Vive como si fueras a morir mañana.

Aprende como si fueras a vivir siempre.

-Gandhi-

Imma Reig Vilarrubla

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