El confinamiento

Posted on

En esta ocasión, dado el inusual momento que nos ha tocado vivir, voy a dedicar este post al confinamiento. El tema del confinamiento se puede abordar desde muy variadas perspectivas y, en este caso, yo lo voy a hacer desde aquellos aspectos de esta vivencia que estos días se me están haciendo más figura (término gestáltico para denominar aquello que destaca entre el resto, lo que está en primer plano). Mi intención es compartir con vosotros algunas reflexiones sobre el momento actual.

Para empezar, destacaría lo nuevo de la situación, es algo que no hemos vivido anteriormente y, por lo tanto, no tenemos ningún tipo de referente. Es decir, cada uno de nosotros ha tenido que ir descubriendo, día a día, cómo se siente y cómo puede gestionar, de la mejor forma posible para él, esta situación.

También es impactante lo rápido que ha sucedido, no hemos tenido periodo de adaptación alguno, no hemos ido entrando en ello. Para mí, un miércoles era impensable el tener que estar tantos días en casa, aunque ya empezaba a entrever que “la cosa iba en serio”, y un sábado se iniciaba el confinamiento.

Es importante destacar también que se trata de algo sobre lo que no tenemos control, en el aspecto de que no sabemos exactamente cómo va a evolucionar, cuándo podremos retomar realmente nuestro día a día habitual ni, de qué forma será. En algunos casos tratamos de hacer predicciones basándonos en la información que recibimos, pero la realidad es que todo es bastante incierto y eso puede ser difícil de asumir.

Es decir, que estamos afrontando algo nuevo, sobre lo que no tenemos demasiado control y que llega de repente, sin posibilidad de adaptación. Por supuesto, todo ello son potenciales factores estresantes.

Debido al confinamiento, cada cual se ha encontrado con su realidad. Nos ha tocado asumir quienes somos y la vida que tenemos. De alguna manera es como dejar de lado las distracciones y tener que mirar hacia dentro. Por lo menos, es una gran oportunidad para hacerlo. Lo que quiero decir es que es como una gran lupa. Aquello a lo que, en nuestro día a día, no prestamos mucha atención o no queremos ver, se pone encima de la mesa y es difícil mirar hacia otro lado. Quien vive en familia y tiene problemas de pareja o de relación con sus hijos, ya no lo puede ocultar con muchas horas fuera en el trabajo o con muchas actividades. Toca afrontar, ya que, en esta situación, es mucho más difícil huir. Quien vive solo se encuentra con él mismo y también tiene difícil escape, no puede llenar el día de actividades con otras personas o desconectando “hacia afuera”. Es el momento de relacionarse con uno mismo y ver en qué medida nos podemos hacer realmente compañía. Este retiro obligado es una oportunidad para vernos mejor, a nosotros y a nuestro sistema familiar. Y, una vez visto, poder trabajarlo. Tenemos la posibilidad de “mejorarnos”, a nosotros y a nuestras relaciones para estar más en paz y poder aportar algo mejor de nosotros cuando volvamos a las calles.

Por supuesto podemos tratar de evadirnos, hay muchas formas de hacerlo, pero parece que el momento no invita a esto sino a mirar, ver, explorar y afrontar. A probar cosas nuevas, maneras distintas y dar con aquello que nos sienta mejor a nosotros y a nuestro entorno. También es momento de ver más allá de nosotros mismos, de agradecer a quienes están saliendo a la calle y ponen en riesgo su salud para nuestro beneficio. Y en pensar también en qué podemos aportar nosotros, a quién podemos hacerle la vida un poco más fácil. Este momento nos invita y nos ofrece la posibilidad de trabajar la solidaridad.

Por otra parte, es una situación dolorosa y especialmente difícil para aquellas personas que han perdido a un ser querido y, además, no le han podido acompañar ni despedir como querrían. Me parece tremendamente duro que haya personas que mueran solas y que sus familiares no puedan despedirse, que no pueden consolarse juntos ni tengan la posibilidad de realizar los eventos habituales en estos casos que, a mi modo de ver, son muy reconfortantes y ayudan a iniciar el periodo de duelo, como comento en mi artículo sobre pérdidas y duelo (http://respirat.com/es/perdidas-y-duelo/). También tengo presente y quiero nombrar la dificultad a la que se enfrentan las persones enfermas que tienen que estar solas en hospitales o en casa, así como las que tienen que mantenerse aisladas de su núcleo familiar para protegerles.

No puedo dejar de mencionar el impacto sobre la economía, concretamente sobre los puestos de trabajo. En muchos casos los ingresos se han visto muy disminuidos (en los peores casos, reducidos a cero) por la situación y, teniendo en cuenta el hecho de que no sabemos hasta cuándo durará, ni de qué manera será el retorno a la normalidad, esto aumenta la sensación de inseguridad y angustia.

Un efecto positivo de esta situación es que la tierra se está beneficiando de nuestro encierro. Ha bajado la contaminación, se está reduciendo el tamaño del agujero de la capa de ozono, los animales están recuperando espacios, el agua marina se limpia, etc. Una de las caras amables de este encierro es, desde mi punto de vista, la recuperación del planeta.

Finalmente, me gustaría poner atención sobre uno de los más grandes aprendizajes que creo que nos estamos llevando de esta experiencia: el valorar lo cotidiano, es decir, el poder ver a nuestros amigos y familiares, los besos y los abrazos, una buena cena con los amigos, pasear por la playa y bañarse en el mar, ir a ver una obra de teatro o un concierto, una excursión por la montaña y tantas otras cosas que antes eran habituales y de fácil acceso y que actualmente podemos valorar mucho más.

Os dejo con un poema que se dice que es de Mario Benedetti y me parece muy inspirador en estos momentos:

Cuando la tormenta pase
Y se amansen los caminos
y seamos sobrevivientes
de un naufragio colectivo.

Con el corazón lloroso
y el destino bendecido
nos sentiremos dichosos
tan sólo por estar vivos.

Y le daremos un abrazo
al primer desconocido
y alabaremos la suerte
de conservar un amigo.

Y entonces recordaremos
todo aquello que perdimos
y de una vez aprenderemos
todo lo que no aprendimos.

Ya no tendremos envidia
pues todos habrán sufrido.
Ya no tendremos desidia
Seremos más compasivos.

Valdrá más lo que es de todos
Que lo jamás conseguido
Seremos más generosos
Y mucho más comprometidos

Entenderemos lo frágil
que significa estar vivos
Sudaremos empatía
por quien está y quien se ha ido.

Extrañaremos al viejo
que pedía un peso en el mercado,
que no supimos su nombre
y siempre estuvo a tu lado.

Y quizás el viejo pobre
era tu Dios disfrazado.
Nunca preguntaste el nombre
porque estabas apurado.

Y todo será un milagro
Y todo será un legado
Y se respetará la vida,
la vida que hemos ganado.

Cuando la tormenta pase
te pido Dios, apenado,
que nos devuelvas mejores,
como nos habías soñado.

Miriam Sans

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada.